exilios de mentira
- elena ballvé martín
- 20 jun 2022
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 16 mar 2023
Jugar a exiliarse fue dejar la casa de los veranos tristes. Y el San Juan de las sillas blancas, los aspersores impredecibles, la piscina de las avispas que todavía no asustaban, el vals con mi padre, los mundos de mi hermano. Jugar a exiliarse fue no oír más búhos ni insistir más en prender cohetes. No ver más las ventanas de colores, la canasta rota, los caminos de piedra, la mesa de madera, el jardín de los pinos, las escaleras del peligro, ni el desván, ni el miedo.
Jugar a exiliarse fue dejar de preguntarme si realmente había un caballo tras la pared. Y dejar de jugar al ajedrez, a esconderse, a exiliarse. Jugar a exiliarse fue desubicar la infancia. Y desubicar las fotos, el césped bonito. Olvidar la cuesta junto al castillo olvidado; para llegar a todos los lugares donde he crecido hay que subir una cuesta.