12:32
Un avión persigue otro avión y una gaviota cruza el sol. Se pasea por mi cuerpo su sombra, persigue mis curvas y me escondo tras ellas. Una mañana desubicada, un suelo que arde. Persigue mayo un avión, persigo yo la gaviota.
12:38
Se derrite la realidad, fuera. Se congela mi pantalla, dentro. Se pisan las eras, las horas. Estoy entre lo que fue y lo que ya no es, en un sitio con mucho copiar, pegar. Y se pelean, se pegan, se buscan los meses. Persiguen ellos el sentido, persigo yo el día.
12:46
Me crecen los pelos, aunque el tiempo se largue. Una piscina salta sobre unos niños. Una batería aplasta la plaza del barrio. Mi canción se desvanece, las hojas tiemblan. Se come el directo la vida y tiemblan ellas. Persiguen las plantas el verano, persigo yo el julio pasado y luego, septiembre.
13:01
La música persigue el viento. Me equivoco cuando digo que es al revés: la música persigue el viento. Duele una fiebre invisible. Me sangra una regla invisible. Habla una yo invisible. Gritan mi nombre desde la calle, salgo al balcón y no hay nadie. Persigue la canción un final, persigo yo un reflejo.
13:06
Una desincronización en montaje: un milisegundo de más, un milisegundo de menos. Una jaula me enjaula y me persiguen todos. Los aviones. Los días. La batería. La gaviota. El pelo. La plaza. El presente. Me grita que pare. Para. El presente me persigue a mí, persigo yo un instante que todavía no ha sucedido.