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de la gravedad y sus cosas

Nuestro coche se fue hacia atrás sin frenos en una cuesta. Se dejó caer por decisión propia cuando estaba solo, cuando me bajé. Corrió calle abajo hasta dar con la plaza; era tan pequeño que dejó una marca pequeña en un bus lleno que pronto se vació. Después, lo sacaron de allí y todo siguió igual. El bus se quedó sin gente y nosotros, sin coche, pero ya está. No me acuerdo de cómo conseguimos otro, pero conseguimos otro. Me dejó bajar a mí y luego, se dejó.

***


La piel se cura sola e inventa caminos, puertas de emergencia, marcas rojas por todo el suelo. Sé que en caso de incendio solo hay que seguirlas, tranquila, en silencio, hasta llegar al final. Intento ser como mi piel a base de cama, poesía, cine, fiestas, conciertos, agua, jabón, aire. Y duermo tres horas una noche y la siguiente, cuatro. Y después, tres; luego, doce.


¿Ves? Tres, cuatro, doce. Tres, cuatro, doce.


Mi voz ya no me sigue. No le doy tiempo a que se mejore, se mueve la noche y me muevo igual que ella. Así, mira: gira y brilla hasta que para y paro. Es entonces cuando lo veo, claro. Ya no puedo no verlo, supongo; digo:


—Hay un incendio, ¿ves?


Sigo las marcas rojas hasta llegar al final. Que la piel se cura sola, pienso; lo quemado, se quema y ya.


***


Hace bastantes meses del verano de las escaleras, ¿te acuerdas? Aterrizaste con el brazo izquierdo —¿o era el derecho?— y te pasaste las semanas de más sal y sol con una herida profunda en el codo. Solías reírte cuando se lo contabas a tus amigos, aunque a mí me lo contaste con una mueca de dolor.


Te dolía el mar, las sábanas, la gente, la falta de tacto y te dolían los días que no estuviste conmigo. Solías reírte también cuando hablabas de ello con tus amigos. A solas, en cambio, ponías la cara de las escaleras.


Aterrizaste con el brazo izquierdo y yo intenté abrazarte más por el lado derecho, durante un tiempo.


***


Me tiro en videollamada; sangro otra vez y hablo:


Una pared, una caída, un tropiezo. Qué mentirosa eres, dices.

Y dices que cuando se está muy enfadado o muy cachondo no se piensa con claridad. O, por lo menos, nunca en serio.

Cuando se está muy triste tampoco, digo yo. Y se llena el cielo de esquinas, baches, coches.


Y digo sí, sí, sí, estic bé. Que es una pared, una caída, un tropiezo.

No menteixis, repites. Si dic la veritat no la sents, pienso.


Así que me tiro al silencio; sangro otra vez y cuelgo.

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