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Junio fue raro; julio, más

  • Elena
  • 31 jul 2020
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 29 oct 2024

De repente es verano,

quema de nuevo la piel.

Busco el sol aunque duela

(y aunque dirán que no debería).


Y me llora la espalda, los besos, las manos.

Me pide abrazarme y buscar tus abrazos.

Me quema la piel, pobrecita y a ratos,

me llora tocarme y caerme a pedazos.


Al principio, no quiero mirarme.


Cuando me atrevo, estoy al borde de algo, frente a tanta niebla que no sé ni qué hay delante, ni cuál es el camino, ni a dónde voy. Al menos ahora sé de dónde vengo.


Se tambalean los pilares y yo siento que me caigo. Tengo la manía de vivir en un déjà vu y de perder la noción del tiempo; ya no sé qué hizo la cuarentena.


Ayer en el coche me cogió miedo otra vez. Sentí que iba a vomitar y me harté de mis miedos y de tener miedo a que se harten de mis miedos. Me asustaron los coches, la carretera, el futuro. Lo que me pasa por dentro y lo que pasa allá fuera.


Me asusté de mí misma y me quise callar. Luego, subí la música y se me olvidó todo como durante un minuto. Y qué minuto.


No quiero darle vueltas a este texto.








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