Ya no me deja ni llorar este dolor de la garganta: me parece que no soy nada de lo que creía que era.
O quizá acerté al decir que no sabía leer, hablar, entender lo que me dicen. A veces quiero ser una casa de cristal; el resto del tiempo, de piedra y con defectos.
Soy una grieta que escribe de la fortaleza que no guarda y de que un día va a romperse.